Ricardo Diez
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| Enviado sábado, 29 de enero, 2005 - 09:11 am: | |
LA NACION, Sábado 29 de enero de 2005 José Ignacio Lladós El análisis de la noticia El escenario del mal menor Pocas veces esta Legislatura vivió un clima tan tenso como el de ayer. La discusión por el Código Contravencional, tal vez, generó el último año alguna expectación similar, pero ninguna sesión reunió a la vez preocupación política, dolor y tanto nerviosismo. El gobierno porteño y la oposición habían especulado políticamente con lo que podía suceder ayer. No por casualidad, en una de las primeras consideraciones, Ibarra trató de evitar cualquier relación entre las responsabilidades por la tragedia y su futuro político. Por la tarde, Ibarra había cruzado varias conversaciones telefónicas con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, de acuerdo con un allegado al jefe de gobierno. En esas charlas, Ibarra escuchó el apoyo que necesitaba. En parte por eso, probablemente, pero también ayudado por sus condiciones de orador, Ibarra habló con firmeza durante casi tres horas. Ni eso, sin embargo, ni el hecho de haber asumido públicamente alguna responsabilidad (que pretendió compartir, en verdad) alcanzaron para que los deudos presentes en el recinto reconsideraran los gestos de bronca, mal humor y dolor con los que llegaron al Palacio Legislativo. Según confiaron funcionarios porteños, Ibarra creía que el mejor escenario para él era el mal menor. Es decir: sabía que "no podría salir indemne" de la Legislatura. La exposición de la tragedia, la mediatización del interrogatorio, la presencia de los deudos y las duras críticas de algunos diputados convertían en poco probable una visita exitosa. Las posibles derivaciones políticas ante una floja intervención del jefe de gobierno eran, antes de que Ibarra diera su discurso, el tema principal en los pasillos del palacio. Desde temprano hubo reuniones de varios bloques, en los que se analizó cada posibilidad política. "Vamos a ser duros, pero no vamos a atentar contra la institucionalidad", comentó un macrista. A pesar de las críticas que se escucharon durante la sesión, hasta anoche el interrogatorio parecía manejarse con la responsabilidad institucional anunciada. Al cierre de esta edición el clima estaba marcado por el respeto, por tomas de posición política muy duras contra el gobierno y por salidas prolijas de un Ibarra que supo aprovechar cada imprecisión que le planteaban para convertirla en una situación desfavorable para su interlocutor o, al menos, para neutralizarla. Los familiares continuaban mascullando bronca contra el jefe de gobierno y los diputados anunciaban nuevas críticas. El día había empezado con tensión. Y terminaba con tensión. Por José Ignacio Lladós De la Redacción de LA NACION |