Ricardo Diez
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| Enviado domingo, 07 de agosto, 2005 - 04:49 am: | |
CLARIN Ricardo Kirschbaum Editor General de Clarín rkirschbaum@clarin.com Desmesuras y conspiraciones La desconfianza permanente parece ser un atributo esencial para hacer política. En la Argentina, mucho más. Sobre todo cuando se sospecha siempre sobre conspiraciones, reales o imaginadas. Los candidatos son portadores de este síndrome, y por lo tanto son receptivos a los rumores u operaciones en su contra, en curso o ficticias, pero sus asesores lo alimentan para justificar sus cargos —o salarios— exhibiendo sus propias paranoias. El caso de Rafael Bielsa es un paradigma de esa situación. Lo explica muy bien Eduardo van der Kooy en la columna de hoy: el canciller y candidato está incómodo porque intuye que sus problemas surgen del propio Gobierno. Bielsa, que se considera modestamente como un marcador de punta (hasta citó al tucumano Juan de la Cruz Kairuz, un futbolista de los 60), a la hora de hacerse valer se siente Maradona. Y sospecha que sus problemas derivan más de su eléctrica relación con la Casa Rosada que con sus adversarios. Es cierto: sería algo irracional que algún conspicuo interlocutor de Kirchner apueste a perdedor en la Capital, pero ¿quién ha dicho que la política sólo depende de la razón? Pero también añade sus propios condimentos de una campaña que, por su afán autonomista, no termina de arrancar. Y eso no es producto de conspiración sino de sus propias dificultades en un distrito difícil y muy cambiante. También en esta edición publicamos un reportaje a Chiche Duhalde, la rival de Cristina. Su estrategia es aparecer tranquila, sin aristas, buscando ser la contracara de su adversaria. Es un camino demasiado obvio para diferenciarse y tiene como objetivo invitar al voto moderado. La oposición bonaerense, la que hasta hace poco tiempo atacaba a Duhalde como parte del sistema, ahora parece haber encontrado en Chiche a la racionalidad encarnada. Otra desmesura de una campaña desmesurada. |