Ricardo Diez
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| Enviado jueves, 29 de diciembre, 2005 - 05:34 am: | |
URGENTE 24 HORAS 28/12/2005 - 22:15 A un año de la tragedia de Cromañón: Recuerdos de la redacción (*)POR MARÍA LAURA VENTURA La noche del jueves 30 de diciembre de 2004 era una noche solitaria y calurosa en la redacción. A solo un par de kilómetros estaba a punto de desatarse la mayor tragedia por causas no naturales en la Ciudad de Bs.As. República Cromañón estaba por incendiarse y con ella morirían 194 personas, en su mayoría jóvenes, aunque también niños pequeños. El jueves 30 de diciembre de 2004 era un día tranquilo en la redacción. Ya todos se habían ido de vacaciones y subía al software las notas con el resumen del año de algunos temas para que quedaran varias horas del viernes 31, fecha en la que el personal no abunda en ningún lugar de trabajo. Cuando nada especial ocurre, escuché a un periodista amigo decir, nace el periodismo sensacionalista, aquel que inventa buscando captar la atención. Por lo tanto, proseguí resumiendo los eventos destacados de 2004. Todos brindaban por TV en programas previamente grabados, porque todos se habían ido ya de vacaciones. En las radios se podía escuchar de corrido discos enteros del mismo artista porque varios locutores se habían ido de vacaciones. Yo también planeaba mis vacaciones y faltaban pocas horas para que llegaran. Más tarde se sabría que no eran solo mis compañeros, las figuras de la televisión y los locutores de radio aquellos que ya habían iniciado sus vacaciones. El jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, y varios miembros de su Gabinete, paseaban por la costa (argentina y brasilera). Crónica TV emitía un recital de Pimpinela, creo, o quizá de Horacio Guraní. Faltaban pocos minutos para que terminase mi horario cuando apareció su clásica placa con fondo rojo y letras blancas y marcha militar. “Incendio en Once”, decía la misma sin más información. Luego, apareció en la placa la palabra “Bailanta” y prometieron ampliar la información. Lucía u Horacio siguieron cantando y yo decidí apagar la computadora e irme a dormir. En aquel momento no creí que aquella placa “Incendio en Once”, fuese a convertirse en una noticia tan dolorosa, en realidad la ignoré. Esa reacción indiferente aún me persigue. Dormí durante breves intervalos y el calor me obligó a tomar una ducha- El sueño no volvería jamás así que prendí la radio y una emisora de aquellas denominadas frívolas pronunciaba la palabra “muerte” e “incendio”. La placa de Crónica volvió a mi cabeza. Llegué a mi habitación y prendí la televisión. Mis ojos no podían creer aquel escenario dantesco que eran las imágenes que la TV transmitía. “110 muertos en un boliche” decían los videographs de distintos canales. El nombre “Cromañón” no aparecía en ningún lado, los cronistas en aquel lugar no podían creer lo que veían sus ojos y se limitaban a prestar el micrófono a sobrevivientes para narrar lo ocurrido. Prendí la radio y la TV. Los locutores y periodistas de vacaciones volvían atónitos a sus puestos a transmitir el rostro desencajado de chicos ante las cámaras diciendo “Soy fulano”, “no encuentro a mi hermano”. El lejano tsunami que había azotado las costas del sudeste asiático no dejaba de asombrarme por la inmensa cantidad de muertos que había dejado. Pero el número 100, me impactó tanto como el 100.000. Me quedé pensando que aquello me podría haber pasado a mí y en la gente que quiero y que suele ir a recitales. Prendí la computadora y me conecté para leer la información. Como de costumbre, la palabra es más veloz que el texto, por eso las radios transmitían la información con más celeridad que los medios. Cuando terminé de escribir la nota sobre esta tragedia, a las 5.00, los muertos eran 130. Me invadió la conciencia la idea de pensar que desde que apagué el interruptor de la zapatilla eléctrica hasta que volví a prenderlo 100 personas habían muerto. Quizá eso ocurriese todas las noches, pero en este caso las muertes se podrían haber evitado. Tenía 24 años cuando ocurrió la tragedia y eso también me hizo notar que estaba más cerca de esos chicos. Amaneció y las radios sólo transmitían esta noticia. Roberto Petinatto, quizá sin prever que luego este hecho cobraría semejante magnitud, confesó que en sus años de Sumo había conocido a Emir Omar Chabán. Algunos medios, acostumbrados a los planteos beduinos y binarios de filosofías de la década del setenta (a los planteos solamente, no a los textos de estos sistemas) en la que si no se es amigo se es enemigo, si no se es de derecha, se es de izquierda, comenzaron a tildar a los difuntos de “zurdos”. Nunca conocí a Pedro, el hijo de José Iglesias, el rostro más visible de los padres de Cromañón, pero sé que cursaba primero año en la misma Universidad donde me recibí, la Austral IAE, y dudo seriamente que él hubiese sido “zurdo” y estudiase allí. ¿Y si lo hubiese sido qué? Nunca conocía Pedro ni al pequeño Nicolás Flores que estuvo varios días desaparecido, mientras su familia lo buscaba. Nunca conocí República Cromañón. Es más, la única canción que había escuchado de Callejeros era aquella que estaba empezando a sonar en las radios, “Una nueva noche fría”. Sin embargo, esta tragedia me tocó particularmente de cerca. Me da impotencia cuando veo a poderosos enfrentar a los padres de las víctimas y me da vergüenza escuchar a funcionarios que hablan sin hablar. Las muletillas que tiene por ejemplo el suspendido jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, cada vez que un periodista le hace una pregunta “Sí/No... A ver....” y mientras pronuncia el “a ver”, piensa en la respuesta. El “a ver” remite al futuro, pero cada vez que escucho a Ibarra intentando defenderse recuerdo, y esta acción se refiere inexorablemente al pasado, donde se encuentra la conciencia de los errores, los descuidos, la indiferencia. Sin embargo, hay algo coherente en Ibarra, el futuro, donde se encuentra el sobrevivir. Y en esto Ibarra se parece a los difuntos y sobrevivientes. Ibarra solo piensa en rescatarse, tal como en aquel momento de la tragedia pensaban las víctimas. Ibarra busca aire y una salida. En esta búsqueda desgarrado por oxígeno Ibarra, siempre mirando el futuro, el suyo, ha olvidado la naturaleza que nos une a todos. Y así, el ser humano, valga la redundancia, se deshumaniza y ni siquiera se hace más primitivo y vuelve a la era Cromañón hace 50.000 años. Mis condolencias a los padres, amigos y familiares de Cromañón y saludos a los sobrevivientes. ------- (*)De la Redacción de U24 |