Ricardo Diez
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| Enviado viernes, 30 de diciembre, 2005 - 04:54 pm: | |
CLARIN Seguir en el juego Es defensor en Lamadrid y uno de los futbolistas que sobrevivió a Cromañón. En charla con Clarín.com, cuenta sus sensaciones y explica a qué se aferró para salir adelante. ------------------------------- Por Andrés Cao y Sebastián Davidovsky, de la Redacción de Clarín.com. Damián De Luca tiene en su historia una marca que no desaparecerá jamás. Un año atrás, sobrevivía de la tragedia del boliche República Cromañón, que se quedó con la vida de 194 personas. Con 21 años cumplidos hace poco más de dos meses, el futbolista de Lamadrid recuerda lo que pasó hace 365 días y, ante todo, espera que el caso se resuelva de la manera más justa. “En algún momento tiene que hacerse justicia. No debe quedar en la nada el juicio y que vuelva a aparecer dentro de 20 años. Que se haga justicia ahora. Esto fue hace un año, no hace 20. Que aparezcan los responsables”, exige el jugador, que llame la atención o no, debió aferrarse mucho al fútbol, una de sus grandes pasiones, para comenzar a superar la crisis interna que le provocó la presencia en el boliche durante esa fatídica noche. “El fútbol me ayudó a despejar la cabeza. Por lo menos los primeros meses, me sirvieron para despejarme estando con la gente del fútbol, que son casi todos amigos. Sirvió para ocupar el tiempo en algo. Si no hubiese estado todas las vacaciones con la cabeza en Cromañón”, cuenta el chico De Luca. La charla obliga casi inevitablemente al paso por ese 30 de diciembre de 2004. “Tengo todos los recuerdos, toda la secuencia de ese día, de cómo fue todo. Hoy me desperté y fue lo primero que recordé. La primera imagen que se me viene es cuando miro para arriba y veo la media sombra prendida fuego en el techo”, relata. Y enseguida detalla cómo fue su salida del lugar: “Estaba a más o menos un metro del escenario, fui para atrás y con un grupito tiramos caminando todos para el mismo lado. En un minuto llegamos afuera”. La etapa inicial del horror quedaba en el camino. Afuera, lo invadirían otros sentimientos. “La primera sensación cuando salí fue mirar para atrás y ver dónde estaban mis amigos. Pero miraba y estaba todo oscuro, no se veía nada. Primero eso y después dar vueltas hasta encontrarlos. Por suerte no les pasó nada, salieron todos bien”, explica el futbolista, quien además narra la afortunada historia de Hernán Luzzi, uno de sus compañeros en Lamadrid en ese entonces. “No llegó a entrar. Estaba en la puerta y justo lo llamó la novia, por eso no entró. Se quedó afuera de casualidad y cuando cortó la comunicación salía toda la gente”, cuenta. El día a día a de Damián no es fácil. No lo fue nunca durante este año. “Hoy (por ayer) lo único que espero es que termine el día. Y mañana (por hoy) será estar en familia y festejar lo que se pueda festejar de Año Nuevo. No se me va a ir ninguna imagen, las voy a tener presentes siempre. Cada minuto que me cuelgo pensando en boludeces, ya no son boludeces, son momentos en los que pienso inevitablemente en eso”, dice, con un dejo de resignación. Pero la vida sigue y De Luca lo sabe. Es perfectamente consciente. Para eso, se dedica a lo que le hace bien y lo utiliza como sostén. “Estar con personas que te quieren, que quieren que estés bien y salir un poco de ese aire ayuda a cualquiera. Por lo menos durante los primeros meses, en los que te aparece todos los días el recuerdo, despejarse un poco hace muy bien. En mi caso fue el fútbol, otras personas habrán tenido otras cosas”, relata, al mismo tiempo que manifiesta que no necesitó hacer terapia: “Me alcanzó con el fútbol y mi familia, que me apoyó, me contuvo y siempre me estuvo encima para ver si realmente necesitaba alguna terapia, si quería ir a un médico. Al igual que el fútbol y mis amigos, me hicieron muy bien”. Sin dudas, el golpe lo marcó. Porque lo haría con cualquiera. Pero, un año después, Damián De Luca puede decir que está mejor, que siente una recuperación, por más lenta que sea. Y mientras dice que no se metió en el tema judicial porque no siente ninguna secuela física, prepara la cabeza para recibir la llegada de un nuevo año. Con el deseo y la ilusión a cuestas de que, con la mejoría como bandera, la justicia se convierta en hecho y no en utopía como hasta hoy, 365 días después. |