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Ricardo Diez
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Registrado: 1-2005
Enviado sábado, 31 de diciembre, 2005 - 06:17 am:   

CLARIN

De tragedias y esperanzas

Ricardo Roa
EDITOR GENERAL ADJUNTO DE CLARIN
rroa@clarin.com


Las crisis no empiezan ni terminan en los titulares de los diarios. No son un invento: se encarnan y encarnizan con la gente, complican hasta lo impensable la vida cotidiana, multiplican los problemas y se convierten en pruebas a fondo. El país que rozó el abismo en 2001, vio estallar hace un año los fuegos de Cromañón, como un símbolo de irresponsabilidades en cadena. Cromañón fue como la dolorosa coronación simbólica de un veneno que intoxica nuestra historia: la conjunción de indolencia con inmoralidad (Ver "Diez cuadras de dolor incontenible por los 194 chicos de Cromañón", de la sección Sociedad).

Sin embargo, asombrosamente, afortunadamente, la sociedad da muestras de vitalidad y de recuperación. Una encuesta de Clarín sobre las expectativas y deseos de los argentinos para 2006, muestra cómo prevalece el optimismo (Ver "Más tiempo libre, la meta de los argentinos para 2006", del suplemento Zona). Más del 70% cree que podrá concretar sus deseos a futuro, aunque confíe más en sus propias fuerzas y capacidades que en las del conjunto. No es un dato menor después de tanto padecimiento y escepticismo, aunque esas expectativas puedan estar teñidas por el espíritu de las fiestas.

También hay temores, claro, y pocos depositan esperanzas en que mejoren las lacras de la corrupción y de la inseguridad. El mayor anhelo colectivo es resolver el desempleo. Pero contra viento y marea las ganas de vivir prevalecen. La enorme mayoría desearía tener más tiempo libre, dedicarse más a actividades personales y a los amigos. Es un síntoma de salud y es también una consecuencia de las cicatrices de la crisis, porque los males que padecimos abruman y agotan.

Los afectos son finalmente los que nos sostienen. Y disponer de más tiempo para ellos y para ocuparse de uno mismo es un deseo que nos podemos permitir cuando las necesidades más urgentes están satisfechas. Muchos argentinos se sienten sobreocupados. El tiempo libre es vital. Pero el trabajo también. Y en ese equilibrio entre el uno y el otro radica seguramente la receta para conseguir, de verdad, vivir mejor.

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