Ricardo Diez
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| Enviado sábado, 31 de diciembre, 2005 - 07:29 am: | |
URGENTE 24 horas Cromañón es lo que somos, y lo que duele más es que Cromañón es lo que seremos Claves de porqué la tragedia resulta tan importante en las relaciones entre los gobernantes y los gobernados. Algunos conceptos que resultan imprescindibles, y las carencias de los funcionarios que han desilusionado a la opinión pública. POR EDGAR MAINHARD Un año de la tragedia ocurrida en República Cromañón, y el luto no ha cesado. Con un juicio político inconcluso y una causa judicial que aún debe elevarse a juicio oral y público, el dolor tiene garantizado un tiempo tan extenso como insoportable. Siempre conmociona la muerte pero más cuando es imprevista, mucho más cuando se trata de personas jóvenes, y especialmente cuando pudo evitarse. Ocurre que esta convicción acompaña cada minuto de la existencia de quienes no murieron, porque ellos se encuentran convencidos de que la corrupción existe en la oficina de habilitaciones, verificaciones e inspecciones municipales, en el departamento de bomberos, en la comisaría policial interviniente. Y esa maldita corrupción tuvo que ver con el inicio de la tragedia interminable. Luego, la imprevisión. Porque la sociedad argentina se encuentra organizada sobre la imprevisión, un pilar fundacional como el de la corrupción. Entonces, a la hora del rescate, de las emergencias, del socorro de las víctimas, no existió la preparación adecuada para la circunstancia tan grave. En la Argentina nunca se anticipan las tragedias, aún cuando esta imprevisión le resulta muy onerosa a los presupuestos públicos. Más tarde, el silencio de las autoridades, que para los sobrevivientes y los familiares y amigos de las víctimas resultó una señal de desinterés. La opinión pública lleva años reclamando atención de sus autoridades. La gente cree que quien llega al poder se desentiende de sus prójimos. La enorme tragedia necesitaba funcionarios involucrados en el pesar de sus ciudadanos, aún cuando Néstor Kirchner no hubiese arrojado la bengala ni Aníbal Ibarra hubiese llevado el encendedor o la caja de fósforos. La gente reclama, a diario, que le presten interés y la falta de respuesta en una circunstancia tan trágica, provocó desencanto, amargura, desilusión. La imagen pública de Ibarra se derrumbó y la de Kirchner también, al punto que pasaron muchos meses, casi 1 año hasta que Kirchner aceptó darse un abrazo en público con Ibarra (ocurrió recién en la Casa Rosada, cuando el Presidente anunció el des-endeudamiento con el FMI). Sin embargo, nunca ni Ibarra ni Kirchner dieron pasos que la gente considerara sinceros para desandar ese camino. Aislados por la soberbia, buscaron argumentos y excusas que solamente los desgastaron más y más. Un costo enorme que podría haberse resuelto aceptando el error, y enmendándolo. ¿Por qué que les resultó tan increiblemente difícil comprenderlo? Así, Vilma Ibarra ingresó, en vida, al panteón de los que nunca serán reelegidos en la Ciudad de Buenos Aires. Alberto Fernández se convirtió en un cadáver que carga con su pena por lo que ya nunca será en la Ciudad. Y, pese a todo eso, la furia popular no consiguió siquiera que los funcionarios le prestaran la atención que los damnificados reclaman; al menos en la forma en que ellos lo necesitan. ¿Por qué Rudolph Giuliani emergió convertido en héroe de las ruinas de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001, e Ibarra emergió destruido de los escombros de Cromañón? No fue una cuestión de mejor o peor campaña de prensa ni el marketing ni la semiótica; fue la capacidad de estar del lado de la gente. Además, lo de New York fue un doble atentado terrorista; mientras que Cromañón fue un incendio en un lugar que no debía encontrarse habilitado, y luego de ocurrido el acontecimiento no se precipitaron los castigos sobre los responsables de áreas porque eran o amigos o socios o familiares de jerarcas gubernamentales. La red de las complicidades fue tan vasta y compleja como la sensación de que había una recaudación autorizada por el poder político. Esta imagen desgarró el vínculo entre los gobernantes y los gobernados, y estos nunca supieron recomponerlo. Hoy mismo, Kirchner se ha refugiado en Santa Cruz; e Ibarra se escondió en algún lugar de la Ciudad de Buenos Aires mientras, 1 año después, un subordinado suyo prometió que en 45 días ó 60 días habrá un nuevo código de normas. Demasiado poco para tanto dolor. Corrupción, imprevisión y desinterés han provocado una situación crítica con consecuencias aún difíciles de apreciar. Corrupción, imprevisión y desinterés es el símbolo de la Argentina presente. Cromañón es lo que somos, y lo que duele más es que Cromañón es lo que seremos. Por supuesto que no es el rock and roll. Por supuesto que no es adolescencia rebelde ni una guardería en un local bailable en vísperas de Año Nuevo. No, no es nada de eso. Es lo otro lo que revuelve el estómago porque ayer ocurrió en Cromañón y nadie sabe dónde puede ocurrir mañana. Porque en la Argentina las lecciones no se aprenden, y mañana puede repetirse. Y eso quita el sueño. Por supuesto que duele mucho este orden asimétrico, en el que las obligaciones son nuestras, y los derechos son de ellos. Y ellos sólo nos ven como contribuyentes, nunca como seres humanos semejantes a ellos. Eso es Cromañón. Por eso estamos todos de duelo. Porque, otra vez más, comprendemos la disparidad en la construcción de las relaciones que nos rigen. Porque no somos todos iguales. Porque nos han mentido contándonos un mundo que no existe y un día, después de la asfixia, la sangre, las sirenas, los ataúdes y las lágrimas, descubrimos que el mundo es diferente, y no nos gusta porque nos desnuda impotentes, frágiles y muy tristes. Pero saberlo es importante para intentar volver a empezar. --------------- |