Ricardo Diez
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| Enviado domingo, 13 de febrero, 2005 - 08:12 am: | |
CLARIN, domingo 13 de febrero de 2005 En Cromañón, el destino de los chicos "estaba marcado" La frase, casi textual, figura en la causa judicial. Simboliza la desaprensión del empresario, la falta de control del Gobierno de la Ciudad y la insensatez de quienes usaron pirotecnia a despecho de provocar un desastre. -------------------------------------------------- Alberto Amato. aamato@clarin.com Cromañón era un polvorín. Y con la mecha encendida. Si no estalló antes del fatídico 30 de diciembre, fue por milagro. El local era en extremo inflamable: estaba acondicionado, techo y paredes, con guata recubierta de paneles de espuma de poliuretano. Más que recubierta, la guata estaba encubierta." Uno de los peritos de Bomberos a los que la jueza María Angélica Crotto encargó una evaluación del local luego del desastre explicó que lo que vio era "guata recubierta con espuma que impedía ver el primero de los materiales" y agregó: "A simple vista y frente a una inspección, lo que se veía era espuma y no la guata que estaba escondida como un vicio oculto". Cuando la espuma de poliuretano y la guata entran en combustión producen, la primera, ácido cianhídrico (cianuro de hidrógeno) dióxido y monóxido de carbono entre otros vapores tóxicos; la guata, cuando se quema, genera dióxido y monóxido de carbono. La media sombra, que según los testimonios fue lo primero que se quemó, antes de ceder el fuego al techo del local, origina dióxido y monóxido de carbono y acroleina. Cuando todo eso entró en combustión, Cromañón se convirtió en una gigantesca cámara de gas. Un informe elaborado por el Instituto de Tecnología Industrial (INTI) calculó que el nivel de ácido cianhídrico en el aire del local, con el volumen de guata, espuma y media sombra que se incendió, era de 180 ppm (partes de cianuro por millón de partes de aire) con el boliche vacio y de 225 ppm con el local lleno. El informe agrega que el nivel letal para ratas de laboratorio es de 150 a 220 ppm. Además, de los quince matafuegos que había en el local, diez estaban despresurizados, sin el gas que impulsa el polvo extintor. De los cinco restantes, cargados, tres estaban con precinto, uno vencido en octubre. A ese sitio inhabitable, y esto se sabe, se hizo ingresar al triple de gente permitida para ver el recital de Callejeros; los sistemas de ventilación no funcionaban y la única puerta de emergencia estaba sellada, con un candado que impedía accionar la barra antipánico, atada con un alambre a un ojal soldado en su estructura y, esto no se sabe, con una incitación al desastre sobre el vano: un cartel luminoso, verde, destellante en medio de la oscuridad y el caos, en el que lucía una palabra que mentía, "Salida". Frente a esa puerta murieron muchas de las víctimas de Cromañón, que para horror de los bomberos cuando por fin la violentaron, formaban "una pila humana de un metro cincuenta de alto." En esa bomba de tiempo, que debió haber estado clausurada por el Gobierno de la Ciudad, se perdieron 192 almas jóvenes, algunas apenas recién nacidas, en la peor tragedia de la Argentina que acaso pudo evitarse. Pero tan mortal era la trampa que la jueza Crotto afirma en su texto: "Ante un siniestro tal como sucedió esa noche en "República Cromañón" la suerte del público dentro del local estaba marcada." Todo esto, que en parte sale a la luz por primera vez, está tomado del meticuloso texto de la jueza en el auto de prisión preventiva dictado a Omar Chabán, único detenido por ahora en la causa. Clarín también entrevistó el miércoles pasado a cinco sobrevivientes de la tragedia: Karina Delgado, de 33 años, Juan Maidana, de 23, Carolina Zacarías, de 23, Osvaldo Gómez, de 24 y Damián R., de 20. A pedido de dos de ellos, este diario ha respetado sus deseos de no aparecer en fotografías y de ser citado sólo con la inicial de su apellido. Karina Delgado presintió la tragedia. "El clima no era bueno, era denso; cuando has ido a otros recitales vos te das cuenta cuando hay algo que no está bien. Afuera había mucha gente. Adentro había un calor sofocante que no te dejaba casi respirar." Karina y Damián entraron juntos. Ella tenía hambre. Propuso un pancho. Damián se negó al principio, pero luego aceptó. Pan y salchicha le iban a salvar la vida: casi una hora después, cuando pudo emerger de la "pila humana" en la que quedó atrapado, Damián vomitó lo recién comido y una espuma negra y viscosa, tóxica que, dicen algunos sobrevivientes, se solidificaba como el plástico una vez seca. ¿Cómo empezó todo? Todo ya estaba empezado antes del recital de Callejeros. La banda soporte, Ojos Locos, tocó en un clima aturdido por petardos, bombas de estruendo, bengalas y artefactos que disparan tres bolas explosivas de colores, que fueron al parecer los que originaron el incendio. "Mirá lo que es esto —dijo Karina a sus acompañantes— Nos vamos a morir..." Pero se refería al clima sofocante y a la cantidad de gente que había en el local y que le impedía casi moverse. Se ubicó al final de la barra, más allá de la consola de sonido. La Justicia calcula, por las entradas vendidas, que había 2811 personas, sin contar los invitados, lo que eleva ese número. Otros piensan que había el doble de gente. Todos escucharon a Chabán y advertir sobre el peligro de la pirotecnia. Los testimonios de la causa y de los entrevistados por Clarín coinciden, palabras más o menos, con la intención de su discurso. ¿Qué dijo en síntesis Chabán? Que en Cromañón había seis mil personas, que había criaturas, que el material del techo era inflamable, que el lugar no tenía ventilación, que el humo de las bengalas era tóxico, que tanta gente no iba a poder salir por las puertas, que no quería una masacre como la del supermercado paraguayo, que no quería ser portada de los diarios, que se iban a morir todos. Karina Delgado recuerda que pensó "¡Qué mala leche este hijo de puta! ¡Mirá lo que viene a decir!". El público abucheó a Chabán y una bengala cruzó el salón, frente al escenario y desde la derecha. "¡Sos un pelotudo!" gritó Chabán. Para calmar los ánimos, Patricio "Pato" Fontanet, apareció en escena para largar el show y pidió que nadie usara pirotecnia. El primero de los petardos estalló con los acordes de canción inicial de Callejeros. Después lo que estalló fue la tragedia y los testigos ya pierden la noción del tiempo: todo sucedió "en medio segundo, en un instante, duró segundos, fue demasiado rápido". Al día siguiente, la jueza Crotto secuestró numerosos elementos de pirotecnia, usados y sin usar, y los bomberos hicieron lo propio de veintisiete sitios diferentes de Cromañón. Algunos vieron a un chico, a hombros de un adulto, tirar la bengala fatal. Entre ellos, Karina, quien alcanzó a decirle a quien creyó era la madre del chico: "¡Vos estás enferma! ¿No te das cuenta de lo que puede pasar?" Pero muchos otros vieron a un adulto subido a hombros de otro disparar la bengala. Y otro testigo "vio a quien originó el incendio, un muchacho de veinte años, que estaba 'en cuero' próximo a la segunda escalera" El fuego incendió primero la media sombra y luego devoró el techo. Pero poco después se extinguió para dejar paso al humo envenenado. Quienes intuyeron el desastre, atinaron a escapar. Carolina Zacarías fue de las primeras: "Estaba cerca de la consola de sonido. Yo había ido el día anterior y ahora estaba con mis dos hermanos. Uno de ellos me dijo: 'Vamos para afuera que se prende fuego.' Y salí al toque, pese a que me tocó un 'embudo' de gente frente a las puertas." No sólo la vital puerta de emergencia estaba cerrada. También lo estaban cuatro de las seis puertas vaivén del hall y todas las de las entradas principales excepto una. La luz se cortó de inmediato, la Justicia no precisó todavía si por el incendio o por decisión de alguien. A la oscuridad se le sumó el espeso humo tóxico negro. Los policías dijeron luego que sus linternas apenas alcanzaban a horadar la oscuridad unos cincuenta centímetros. En la parte VIP de Cromañón, Juan Maidana empezó a bajar las escaleras: lo frenó el tumulto de la gente aterrada: "El segundo tramo no lo bajé: me tiré sobre los que estaban abajo. Caí al suelo y no me podía levantar. Pensé que me moría allí. Me agarré a unos brazos que se aferraban a la baranda y me levanté. Pero no recordaba el camino de salida. Estaba en el medio del salón, donde había fuego; di media vuelta y vi luz, como de una puerta. Y salí." La dura advertencia de Chabán sobre una muerte segura ante un incendio, ¿incentivó la mesura o incrementó el pánico cuando estalló el fuego? A la Justicia le preocupa otra cosa. La jueza Crotto se pregunta cómo, si era consciente de tantos peligros, Chabán no hizo lo que debía para evitar tantas muertes: "despojar de pirotecnia" a los que la usaban, "expulsarlos del local o cancelar el show". La jueza afirma que Chabán tampoco "dispuso lo necesario para que la única puerta de emergencia del local, que sabía clausurada, se encontrase operable. Si ello hubiera ocurrido, sin lugar a dudas no hubiera acaecido la tragedia." Hacia esa trampa iluminada apenas por una luz verde con la palabra "Salida", que muchos recuerdan haber visto, se dirigió gran parte de las víctimas mortales de Cromañón. Muchos no llegaron: el local estaba vallado y, en la negrura ciega del humo y del pánico, esas vallas también fueron trampas. Pero entre quienes iban hacia la puerta de emergencia estaba Damián R. que hoy siente que Dios le dio la oportunidad de una segunda vida. "Primero pensé que había una pelea, pero después me arrastró la gente. Corrí, pero cuando llegué a la mitad de la barra se apagó la luz. Era todo oscuridad. La gente caía al pie de la puerta que no se podía abrir, choqué no sé con qué y quedé apretado en medio de la pila humana. Si me agachaba, respiraba oxígeno. Pero si alzaba la cabeza respiraba humo. Tenía medio cuerpo libre, pero no sentía la parte de abajo. Fue terrible ver a los chicos muertos. Recién cuando pude sacar un poco una pierna recobré fuerzas y pude salir." Los bomberos lograron abrir primero sólo veinte centímetros de la fatídica puerta de emergencia anulada. En la causa consta que "la gente mostraba sus manos por la abertura en pedido de auxilio." Otro testigo asegura que un miembro de Callejeros dijo: "Loco, ábranla que no sale nadie y adentro está mi vieja". Aunque los bomberos hablan de menos tiempo, los sobrevivientes dicen que fueron cuarenta los minutos de espanto que demoró la apertura de la puerta sellada. Esa demora es la que la jueza considera fatal para las víctimas y no sólo la existencia del humo tóxico. Crotto sostiene que si bien el aire envenenado podía matar, no todos los que estuvieron en Cromañón murieron o sufrieron daños. Lo que provocó las muertes, dice la jueza, "fue la exposición del organismo, más o menos prolongada, a esas condiciones desfavorables para el cuerpo humano". También en la causa figura la declaración de algunos de los bomberos que actuaron la mañana que siguió al desastre. Pese a las tragedias que viven casi a diario, hicieron notar sin embargo que al abrir uno de los portones de Cromañón, "se constató gran cantidad de calzado esparcido." Eran las zapatillas de los chicos que fueron al último recital de rock de sus vidas. |