Ricardo Diez
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| Enviado miércoles, 23 de febrero, 2005 - 05:29 am: | |
CLARIN, miercoles 23 de febrero de 2005 En Cromañón hubo un muerto más: un joven de 21 años Facundo Vázquez murió el 31 de diciembre en una clínica privada de La Matanza. Su madre pidió que no le hicieran la autopsia en la Morgue Judicial, y por eso no había sido incluido en el recuento de víctimas. -------------------------------------------------- Alberto Amato. aamato@clarin.com A la larga y dolorosa lista de muertos en República Cromañón, fijada en 192, se le debe agregar ahora una víctima más: se trata de Facundo Sebastián Vázquez, de 21 años, que murió el 31 de diciembre a las siete y media de la tarde en la clínica privada Figueroa Paredes, en la ruta nacional 3 y la calle Dante Alighieri, en el oeste de la provincia de Buenos Aires. La historia de Facundo no escapa a la de sus muchos hermanos de tragedia: fue a Cromañón a ver a Callejeros y jamás volvió a su casa. Si no fue incorporado a la lista de víctimas fatales, aunque siempre estuvo en la causa judicial, fue porque su madre, Marina Morrone, de 45 años, que ayer contó a Clarín con la entereza del acero la historia breve de su hijo mayor, pidió, rogó, exigió y peleó para que su cuerpo no fuese enviado a la Morgue Judicial de la Capital, como era obligación, aquel atardecer terrible del último día del 2004. La furia dolorida de la madre encontró aquel día dos oídos comprensivos y compasivos: el de un policía de la Comisaría La Matanza 21, que decidió comunicarse con el juzgado, y el del fiscal Juan Manuel Sansone, que autorizó a que el cadáver no fuese trasladado a la Capital y accedió a que la autopsia se hiciera en San Justo. "No quise que lo movieran más. Toda su familia estaba aquí, junto a él, cuando murió: éramos como cincuenta en la clínica y no me lo dejaron ver, entre la una y media de la tarde y las siete y media, cuando murió no me lo dejaron ver. Pero mis hermanos y sus primos estuvieron cuando le hicieron la autopsia en San Justo, siguieron en un auto a la morguera, estuvieron en la cochería para que lo afeitaran bien y le respetaran su barbita candado; lo velamos como Dios manda y el domingo lo enterramos." La cifra de 192 muertos también quedó fijada por la jueza María Angélica Crotto en el momento de dictarle la prisión preventiva a Omar Chabán: Crotto, que había dispuesto que todas las autopsias de las víctimas de Cromañón se realizaran en la Morgue Judicial, tomó la cifra de 191 muertos de la lista elaborada por los forenses e hizo constar en el auto de prisión preventiva al empresario que a otra víctima, Alejandra Yasmín Abosaleh, no se le practicó autopsia "por cuestiones religiosas" y con un giro poco habitual en el, por lo común, frío y despojado lenguaje judicial, dictaminó que al 18 de enero, "el total de personas fallecidas asciende a 192 almas." Faltaba Facundo. Que sentía devoción por Callejeros: en ese caprichoso itinerario que a veces siguen los gustos musicales, Facundo se había acercado primero a "Los Redondos..." y después había derivado hacia "Los Piojos". En su casa humilde de Hurlingham, que Facundo ayudaba a sostener con un empleo en una fábrica de pinturas, su mamá, Marina evoca: "Un día fue a 'Locuras' a comprar una entrada para Los Piojos, fue en el 2003, y allí le hicieron conocer a Callejeros. Volvió con un CD, una remera y desde entonces se hizo Callejero. Tenía adoración por el cantante, el 'Pato' Fontanet. Le regaló una gorrita al 'Pato' y desde entonces él le dedicaba alguna canción en los recitales: 'Para Facundo, de Hurlingham. La gorrita la tengo, pero no me la pongo porque hace calor...". El 30 de diciembre Facundo Vázquez se largó a Cromañón. Con la devoción de un entomólogo su madre ha intentado reconstruir, segundo a segundo, las últimas horas de la vida de su hijo. Lo ha logrado en parte. Hay un hueco que necesita llenar. En Cromañón, Facundo se encontró con Matías, otro "callejero" de Fiorito que era su amigo del alma y de la música. Eran las diez y cuarto de la noche. Cuando entraron, la pasión los separó: Facundo llegó casi al pie del escenario del local repleto. Allí lo sorprendió el fuego primero, el humo después. Cuando Marina vio por televisión las primeras imágenes de la tragedia esperó unos minutos. Se dijo que si Facundo no llamaba, era porque algo andaba mal: "El se llevaba las moneditas justas para llamarme, siempre. Entonces me largué derecho al Ramos Mejía, que era un caos, la Policía no nos dejaba entrar. Pero desde mi casa me avisaron al celular que había llamado una médica del Argerich para decir que Facundo estaba allí, y que estaba bien. El papá, mientras, lo buscaba entre los cadáveres amontonados en la vereda. Sé que mi hijo subió a pie a la ambulancia, una ambulancia que cargó a diez chicos. Si alguien ve la foto y lo recuerda, me podría contar esos instantes. Sé también que entró al Argerich a pie, apoyado en otro muchacho. Pero cuando yo llegué, él ya estaba entubado, con respirador, le habían hecho una traqueotomía, tuvo un ahogo y entró en paro. Los médicos, que se portaron muy bien, me dijeron que quedaban dos cosas: confiar en su juventud y pedirle a Dios." Facundo fue inducido a un coma farmacológico, y Marina se lo llevó a la clínica de San Justo al otro día a las siete de la mañana, con una certeza infalible en su corazón de madre: su hijo se moría. Ya casi sin lágrimas, Marina pide poco: "Quisiera saber cómo fueron esas dos horas de mi Facundo en el Argerich. Y quisiera agradecerle a la mujer que llamó a mi casa. Sé que después de hablar con ella Facundo se descompuso. Así que, ¿sabe? yo pienso que mi hijo gastó su último aliento en avisarme que él estaba bien." |