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Ricardo Diez
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Enviado viernes, 14 de enero, 2005 - 10:11 am:   

CLARIN, viernes 14 de enero de 2005

Con el peso de estar vivo

Nahuel Sora tiene 17 años. Durante el incendio de República Cromañon salió junto a la banda por atrás del escenario. Hoy vive conmovido y con una obsesión: "Que no pase nunca más".
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Karina Noriega. Especial para Clarín..

El zapping es, a esta altura, un reflejo nervioso. Sirve para confirmar que todo sucedió y que nada de lo que pueda suceder de acá en adelante (juicios, culpables, inocentes, debates televisivos, clausuras, nuevos reglamentos) conseguirá cambiar las sensaciones que habitan en Nahuel Sorá. En su cuarto (la típica habitación de alguien a los 17, aunque menos desordenada de lo que se supone), utiliza el control remoto como un joystick y va eliminando los canales informativos según el disgusto que le causan las noticias sobre "el caso".

Esa mañana, su mamá (Cristina) decidió llevarlo al médico para hacer chequeos, siguiendo las sugerencias de la televisión. "Los exámenes de oxígeno en sangre y vías respiratorias salieron bien: todavía falta la radiografía de tórax", acota la mamá, que quince días atrás lo vio llegar a esta casa de Lanús Este con rastros de "humedad de los manguerazos y el cuerpo lleno de hollín". "Me di una ducha y dejé la bañadera negra. Todavía no me sale lo negro de las uñas", completa Nahuel, mientras sacude la cabeza y se muerde el labio inferior, en desacuerdo con otra opinión más sobre el tema que alumbra la pantalla.

El jueves 30/12, Nahuel llegó temprano y se acomodó adelante, contra la valla: "El lugar más seguro, siempre". Un rato antes se había encontrado con Andrés, un amigo del colegio French de Avellaneda que después perdió de vista. En cuanto la candela prendió en el techo de Cromañón, y después de que bajaran al cantante de Callejeros del escenario, escuchó una voz que exhortaba a saltar la valla y seguir a la banda. "Por atrás del escenario salimos al garage del hotel de al lado. Fue puro azar. Salí al toque y no podía creer que haya sido para tanto. Ya estaban sacando gente. Todos te pedían que los ayudaras a encontrar a la novia o algún amigo". Cuando se encontró con Andrés en la puerta, le preguntó cómo estaba y le dijo que había desaparecido Guido. "Tratamos de encontrarlo, pero no hubo caso. Cuando llegué a casa, me enteré de que había fallecido".

En la casa de los Sorá, hace días que nadie duerme bien, shockeados por esa noche trágica. "Fue muy difícil volver a entrar con toda esa humareda, no se veía nada y había que contener la respiración o taparse la boca con una remera. Lo que respirabas era plástico quemado". El, que quiere ser médico y ya se anotó en la UBA, sabía de primeros auxilios y por eso se prodigó en el ida y vuelta. "Podía darme cuenta quién tenía pulso. En ese momento sentí el impulso de sacar a los que podía. Todo lo que veías era una pila de gente en la escalera, y había que tirar de alguna pierna para arrastrar a uno y sacarlo". Cristina es la que se quiebra cuando relata el momento del reencuentro con Nahuel. "Vino a casa toda la familia apenas se enteraron de que estaba bien. Nahuel llamó al papá para que lo fuera a buscar, a pesar de que siempre se lo quiere sacar de encima. El domingo pasado, que fue el cumpleaños de mi esposo, el abuelo lloraba sin poder creerlo".

Nahuel, que sigue a Callejeros desde "hace años", tiene imantado en la heladera el volante de las tres fechas en Cromañón. Días antes del incendio, había aprobado el bachillerato de Humanidades sin llevarse materias. El día después lo pasó intentando aclarar en su cabeza lo que había vivido, rodeado por su familia y charlando con amigos. "Era obvio que algún día iba a pasar algo, pero nadie tenía cuidado. Lamentablemente en los shows se piensa como masa, no como individuos. El primer día de los tres, que no fui, me contaron que tiraron una bomba de estruendo de ésas que tienen como 25 cañitas. Por eso, para el segundo día habían extremado los controles. ¡Hasta te hacían sacar las zapa!", dice con bronca quien, para explicar su fanatismo por Callejeros, considera que los ganchos son el "origen humilde", su "honestidad" y metáforas como la de "se mudó al centro la abuelita del cuento/ con el lobo feroz". Cuando no sigue a los de Villa Celina, Nahuel le pone fichas a La Pocilga, que son locales en Karma, un boliche de Avellaneda. "Sería una pena que Callejeros se separe. Pero deben estar hechos mierda", dice desde su rol de fan.

Otra vez zapping. Mamá Cristina sirve gaseosa y confiesa en voz baja que "no se le puede prohibir salir, apenas darle un par de indicaciones sin ánimo de sermonear. Confío en él". Nahuel sigue pasando de canal en canal, sólo para comprobar que nadie le va a dar una respuesta.

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