Ricardo Diez
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| Enviado jueves, 20 de enero, 2005 - 07:34 am: | |
CLARIN jueves 20 de enero de 2005 Ibarra se aferra a la convivencia con el peronismo, pero también la sufre La llegada de Juan José Alvarez a Seguridad le permitió superar el shock tras el incendio en el Once. Pero ahora enfrenta la pérdida de poder en algunos sectores de su gestión y el avance del PJ. -------------------------------------------------- Mariana García. magarcia@clarin.com En la mañana del 1ø de enero, Aníbal Ibarra llamó a Laura Moresi, su persona de confianza en la Legislatura, para pedirle que armara una reunión con diputados de todos los partidos. Apenas había pasado un día y medio del incendio en Cromañón y el jefe de Gobierno imaginaba a los legisladores porteños reunidos para discutir cómo salir de la crisis a la manera en que oficialismo y oposición rodearon al ex alcalde neoyorquino, Rudolph Giuliani, luego del ataque del 11 de setiembre. Pero de inmediato Ibarra comenzó a sentir la soledad en que lo había dejado el incendio. Y ahora intenta retomar el control de su gobierno. La oposición macrista había respondido un pedido de apoyo con otro de interpelación. Iba rra apenas pudo eludirlo por tres votos, pero la votación dejaba al desnudo su costado más flaco: la falta de voluntad —o quizás exceso de soberbia— para construir una red de vínculos políticos que lo sostenga. Hasta ahora, Ibarra se ha limitado a vivir con los restos de un partido heredado, el Frente Grande, y por eso, el salvavidas que recibió del peronismo empieza a pesarle como un lastre. Hasta los ibarristas más fieles admiten que su permanencia en la Ciudad está atada a lo que el PJ quiera hacer con ellos. Entre intrigas y sospechas de conspiraciones, anoche Ibarra se reunió con el "comité de crisis" que integran su vice, Jorge Telerman, el jefe de Gabinete, Raúl Fernández, y sus secretarios de Infraestructura, Roberto Feletti, y de Seguridad, el recién llegado Juan José Alvarez. En lo formal, la reunión implicaba el encuentro de los funcionarios de áreas involucradas en la tragedia. En los hechos, fue un intento por descomprimir ese clima de tensión que hizo que Ibarra estuviera a punto de pedir a Néstor Kirchner que frenara el avance de Alvarez sobre su ciudad. "Tuvimos que pararle el carro varias veces", se sinceró un funcionario porteño sobre los primeros días de Alvarez en la Ciudad. La semana pasada, Fernández y Vilma Ibarra, quienes representan las dos líneas internas —y enfrentadas— del ibarrismo habían reunido a su tropa para cerrar filas frente al "elemento extraño", es decir Alvarez, quien, de un plumazo había apartado a buena parte de la gente que la hermana del intendente tenía en esa secretaría, incluida la directora de control Comunal, Fabiana Fiszbin. Pasado el alivio que provocó la llegada de Alvarez, en el Gobierno porteño empezaron los fantasmas. Allí, temen que el nuevo funcionario desaparezca tan rápido como llegó o que su permanencia se transforme en la puerta de acceso para el aterrizaje duhaldista . "Juanjo va o va", fue lo que le dijo Eduardo Duhalde a Ibarra cuando le preguntó qué opinaba sobre su designación. "Quiero capacidad de nombrar funcionarios", fue la condición de Alvarez para aceptar el ofrecimiento. Hasta Telerman despierta sospechas entre los ibarristas quienes desconfían de su nuevo protagonismo, algo inusual para un peronista que nunca terminó de cuajar en un Gobierno que tampoco dio mucho espacio a los ajenos. Quizás por eso, pero sobre todo porque está convencido de que la única alternativa del Gobierno porteño es reconstruir sus vínculos políticos, Telerman se convirtió en el promotor de Juanjo Alvarez para Seguridad. De todos modos, la llegada de Alvarez y su abultada exposición mediática sirvió para que Ibarra pudiera alejarse de la tormenta. La imagen que tanto funcionarios de la Ciudad como los familiares de las víctimas que se reunieron con él dieron del jefe de Gobierno porteño poco tenía que ver con el dirigente joven y seductor, ganador de elecciones. Todos los que lo vieron en los primeros días de la catástrofe describieron un Ibarra muy golpeado, que pasaba sus noches sin dormir y sin poder reaccionar. Pero en los últimos días, después de que la llegada de Alvarez lo corriera del centro de la escena, Ibarra parece haber recuperado algo de energía para intentar seguir al frente de un gobierno cuya suerte parece jugarse en otro lado |