Ricardo Diez
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| Enviado jueves, 20 de enero, 2005 - 07:52 am: | |
LA NACION, jueves 20 de enero de 2005 Siguen internados 25 jóvenes. El calvario de los sobrevivientes de Cromagnon Por Irina Jorolinsky De la Redacción de LA NACION Maxi tiene la mirada perdida a causa de la cantidad de medicamentos que toma por día. Su cara aún refleja el terror que sintió el último 30 de diciembre en República Cromagnon. Está muy débil y casi no camina. Ayer pidió zapatillas y, con mucho esfuerzo, dio sus primeros pasos. Hace tres semanas que está en terapia intensiva y su madre le habla como a un niño chiquito, indefenso y desprotegido. Desde el incendio en el boliche de Once, a este joven, de 16 años, los pulmones le funcionan sólo en un 20 por ciento de su capacidad total. Durante toda una semana vomitó un líquido negro debido al humo que inhaló en el incendio. Tenía los ojos hinchados y la cara desfigurada cuando llegó al hospital Rivadavia. Ayer, por primera vez, comió un yogur para ver si su tráquea, aún en recuperación, le permite ingerir alimentos semisólidos. “Salió bien. Puede comer. Incluso me dijo que tenía mucho hambre”, cuenta sonriente Roxana, la mamá de Maximiliano Marchini. Tres semanas después de la catástrofe todavía quedan 25 personas internadas en las salas de terapia intensiva de hospitales públicos y privados de la ciudad y la provincia de Buenos Aires. Son jóvenes que luchan por vivir minuto a minuto y detrás de quienes hay familias que acompañan, rezan, lloran sin consuelo y suspiran aliviados ante pequeñas mejoras de sus seres queridos. "Nos cambió la vida, nunca volverá a ser como antes", dice Graciela, la mamá de Mariana Durán, a quien le dieron el alta hace una semana, luego de 20 días en terapia intensiva. "Cuando nos contaban que estaba grave, nos sentíamos devastados. A veces, el parte médico decía que estaba estable. Pero, por suerte, llegaron los días en los que notamos cambios positivos y nos emocionamos hasta las lágrimas, pero de alegría", cuenta a LA NACION Roxana, la mamá de Maxi, que no puede creer lo que vivió durante las 20 horas que tardó en encontrar al mayor de sus cuatro hijos. Finalmente, hallaron a Maxi porque un médico le tomó una foto con su teléfono celular. "La foto apareció por televisión y así nos enteramos de que Maxi estaba en el Rivadavia", recuerda Roxana. "En las imágenes de televisión vimos cómo se llevaban a Maxi en un camión de la policía que ni tiene oxígeno. A mi hijo lo oxigenó Dios en el trayecto que va desde Cromagnon hasta el hospital", dice. Los Durán tardaron apenas una hora en enterarse de que Mariana estaba viva y en el hospital Rivadavia. "La sensación es una mezcla de pánico, dolor y desesperación. No hay palabras para describirla", dice Graciela, la mamá de Mariana. Graciela se vuelve a sentar en los mismos bancos de cemento de la sala de espera de terapia intensiva en los que se sentó durante los 20 largos días mientras Mariana se recuperaba. Ahora, su hija está sentada a su lado y ella dice: "Hubo un ejército de ángeles que nos ayudó a encontrarla tan rápido". Mientras, Mariana llora. Está muy sensible y todo la emociona, incluso estar sentada allí, junto a su mamá y pasar a saludar a Maxi, a darle fuerzas para que no baje los brazos. * * * Beatriz Dotro tiene 35 años y dos hijas: Julieta, de tres años, y Melina, de tan sólo seis meses. Su marido, Gabriel, es el percusionista de la banda Callejeros. Ella había ido al recital, como lo hacía siempre. No sabía que terminaría con una traqueotomía y escribiendo todo lo que quiere decir ya que no puede hablar. "A las 11 de la mañana del día siguiente nos llamaron del CGP para decirnos que Bea estaba en terapia intensiva acá en el hospital Rivadavia", dice Patricia, su cuñada. "Día y noche nos turnamos para que siempre haya alguien con ella porque no se quiere quedar sola; está muy nerviosa y asustada", comenta. La familia de Maxi estaba mirando televisión cuando se enteró de la noticia. "Dijeron que había un incendio en un boliche de Once, pero no lo asocié. Después, informaron que el incendio había sido donde tocaba el grupo Callejeros. Ahí me quise morir. Recorrimos todos los hospitales, clínicas y sanatorios, pero no teníamos novedades. Incluso, fuimos a la morgue, fue tremendo. Pero ni siquiera estaba allí", recuerda Roxana. Las familias de Maxi, Bea y Mariana están sumamente agradecidas con el personal del hospital Rivadavia. "Tanto los médicos como las enfermeras atienden a nuestro hijo de maravillas", dice Roxana, la mamá de Maxi. "Siempre le han dado todo lo que necesita. Incluso cuando nosotros necesitamos ayuda psicológica, nos la brindaron aquí." * * * Pero no todo es agradecimiento. Los papás también están preocupados por las condiciones del hospital. "Uno de los días que mi hija estuvo en terapia intensiva, se cortó la luz durante 20 minutos", dijo Roberto Durán, el padre de Mariana. "La verdad es que los médicos se desvivieron por hacer todo lo posible, pero no puede ser que un hospital se quede sin luz. Tardaron 20 minutos en buscar a la persona que conectó el generador eléctrico." "Las personas afectadas por el incendio en República Cromagnon no han pagado un peso, de todo se ocupó el gobierno de la ciudad. Una vez yo pagué uno de los remedios que necesitaba mi hija y, a los diez minutos, me devolvieron la plata", contó Durán. "Pero sé que esto no es lo que les pasa a las personas que están en terapia intensiva por otros motivos. Yo vi cómo le pedían a un familiar de otro paciente que fuera a comprar una jeringa mientras que a nosotros no nos dejan pagar nada. Cuando pregunté, me dijeron que una cosa es la cooperadora del hospital y otra el gobierno de la ciudad, que se ocupa en forma directa de las víctimas de Cromagnon", dijo. * * * Las tres familias pasaron momentos muy duros juntas y eso hizo que se unieran, que se acompañaran y que se dieran fuerzas mutuamente. La mamá de Mariana llega a la sala de espera con una bolsita en la mano. Adentro, hay regalos para las hijas de Beatriz, que nunca fueron al hospital pero que preguntan por su mamá. "Melina es muy chiquita, pero cuando Julieta pregunta, le decimos que su mamá se está curando para poder volver a su casa a jugar con ellas", cuenta su cuñada. Cuando Mariana estaba internada preguntaba por qué Dios le había hecho eso. "Yo, como madre, no sabía qué responderle", recuerda Graciela. Su hija siente que creció con todo esto y quizás allí su madre encuentre la respuesta. "Lo malo ya no me parece tan malo y a lo bueno lo valoro muchísimo más", dice Mariana mientras llora. Aunque sus amigos ya están fuera de peligro, les cuesta encontrarse "y mucho más hablar del tema", cuenta Mariana, que reconoció la bandera que habían llevado al recital entre las que se ven en el video de los primeros minutos de la tragedia, ese que desde hace varios días se exhibe por televisión. "Nos juntamos con mis amigos y lloramos. Es que casi nos morimos", reflexiona. |