Ricardo Diez
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| | Enviado sábado, 24 de diciembre, 2005 - 07:37 am: | |
CLARIN
Julio Leiva, egresado en valentía
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Hay imágenes de televisión que lo muestran sacando gente ahogada de Cromañón. Es una instancia sólo reservada para los héroes, si es que en esa categoría entran los que dan la vida por los demás. Julio Leiva murió cuando se filmaba ese ines perado documental. Sus padres lo detectaron en acción en un video que se pasó en la Legislatura porteña. Lloraron, pero de inmediato sintieron un enorme orgullo. Habían comprobado que su hijo terminó como un valiente.
Ese mismo orgullo los llevó la semana pasada a la escuela donde Julio se hubiera recibido de analista de sistemas. Entre aplausos de los viejos compañeros de estudio y emoción de los profesores, María Teresa y Carlos Leiva recibieron el diploma que Julio hubiera colgado en su casita de La Matanza.
Fanático de River, hábil con los números, egresado de una secundaria con orientación de empresas y sobrecalificado para su trabajo como repositor de un supermercado, Julio ahorró puchitos de plata que le permitieron comenzar a pagar las cuotas de un chalé de la Cooperativa Los Alamos, que también ayudó a construir.
A los 23 años, ya tenía el techo, había encaminado sus estudios y tenía la esperanza de formar una familia a los 30. Mientras soñaba, acomodaba las verduras en el Jumbo de Escalada y pesaba las bolsas que le acercaban los clientes. Dicen que sacaba las cuentas más rápido que la calculadora automática que tenía la balanza.
Por las noches hacía los inventarios de la mercadería que traían los camiones y si le quedaba tiempo les daba una mano a sus compañeros de pescadería y almacén. Después se iba a estudiar. Y cuando podía, se iba a algún recital. Una noche, el destino lo convocó a demostrar su bravura. Aprobó el examen. |